《中和之道》El equilibrio interior y la justa medida de las emociones según Zisi

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«Antes de que surjan la alegría, la ira, la tristeza o el gozo, existe el equilibrio: eso es lo que se llama Zhong (Centro).

Cuando las emociones se manifiestan y lo hacen en justa medida, surge la He (Armonía)».   

«Antes de que surjan la alegría, la ira, la tristeza o el gozo, existe el equilibrio: eso es lo que se llama Zhong (Centro). Cuando las emociones se manifiestan y lo hacen en justa medida, surge la He (Armonía)». El Zhong y la He son dos conceptos fundamentales. ¿Cómo comprender su diferencia? El Zhong representa el equilibrio interior del ánimo; la He es la expresión adecuada de la conducta hacia el exterior. Ambos se hallan íntimamente relacionados e influyen mutuamente: la claridad interior sostiene la expresión justa, y la expresión justa refuerza la claridad interior.

Esta célebre sentencia, procedente del Zhongyong de Zisi, explora la hondura y el sentido de las emociones humanas, y al mismo tiempo revela un sendero hacia el reconocimiento del verdadero sí mismo. «Que las emociones aún no se manifiesten» no significa apatía, frialdad ni torpeza de reacción, tampoco equivale a «dejar la mente en blanco». Y que las emociones se expresen en su justa medida no quiere decir entregarse sin freno a los caprichos del temperamento o del carácter.

La alegría, la ira, la tristeza y el gozo forman parte de la condición humana: solo la madera muerta o la piedra inerte carecen de ellas. Las emociones son como los miembros de nuestro cuerpo: ciertamente nos pertenecen, pero no constituyen la totalidad de lo que somos. Antes de manifestarse, podría parecer que no hay «yo», pero en realidad late allí una entidad luminosa y consciente: la esencia verdadera. Por eso, el Zhong representa la bondad pura de la naturaleza previa a la emoción, y la He constituye la manifestación adecuada de esa naturaleza a través de las emociones ya expresadas.

Las emociones, en consecuencia, no son enemigas ni algo que deba ser sofocado a la fuerza. Ser humano es, a la vez, poseer una naturaleza clara y luminosa y experimentar el surgir y el desvanecerse de las emociones. Tanto en su estado latente como en su expresión, Zisi afirma que debemos reconocer la existencia de ese Centro anterior a toda agitación. Cuando se comprende que cada ser humano nace con ese Zhong, ya no se necesita reprimir ni extirpar las emociones: ellas no son más que respuestas al vaivén de las circunstancias externas. Si alguien piensa que «lo mejor sería no tener emociones en absoluto», acabará reprimiéndose constantemente, negando sus propios sentimientos y persiguiendo una calma semejante a la de un «tronco seco apoyado en el frío, o un riguroso invierno sin calor». Para Zisi, sin embargo, esto no constituye una verdadera iluminación, sino más bien una ruptura del fluir natural de la vida.

La manifestación de las emociones no es un obstáculo, sino una pista que nos conduce al autoconocimiento. A veces, el deseo revela con más claridad que la razón lo que somos en lo más profundo. Y cuando la alegría, la ira, la tristeza y el gozo pueden expresarse con mesura, entonces se convierten en un vehículo de virtud, de sabiduría y de arte de vivir.

Pero la noción de «justa medida» es problemática. A nivel común se entiende como que las emociones, aunque surjan, deben expresarse con cierta pertinencia, sin exceso ni defecto, con autenticidad pero sin caer en frialdad ni desmesura. No obstante, si no se ha reconocido primero al «yo verdadero» del Zhong, muchos acaban confundiendo la obstinación del carácter o los impulsos del deseo con la autenticidad. Pero tal expresión no es sino reacción instintiva, y no alcanza la dignidad de lo que Zisi llama «en justa medida». Para llegar allí es necesario, primero, la conciencia: ver claramente la emoción en el mismo instante de su aparición; luego, recuperar la serenidad del «no manifestado»; y finalmente, dejar que la expresión se ajuste con naturalidad tanto a la propia esencia como a la situación concreta. No es represión ni abandono, sino una expresión adecuada que concilia lo interior y lo exterior.

En este sentido, el Zhong es la «esencia», y la He es la «función». Es la verdad de la naturaleza lo que se expresa, no la simple espontaneidad del temperamento. Solo desde el centro claro puede fluir la emoción de manera natural, sin desviarse ni quedar incompleta.

«Ser sincero en lo íntimo y dar forma a lo exterior»: el Zhong es equilibrio interior, la He es la expresión justa en el mundo. La claridad interior sostiene la acción correcta, y la acción correcta refuerza la claridad interior. Ambos se nutren mutuamente.

En efecto, todo ser humano conoce el dolor y posee la capacidad de empatía: es un fundamento que atraviesa culturas, razas y religiones. Las diferencias radican en la manera en que cada sociedad interpreta y encarna esa «justa medida». La expresión apropiada de las emociones se moldea por la historia, la cultura, la religión y la educación.

Así pues, ¿qué es esa «justa medida»? No es un estándar fijo ni una regla muerta, porque la rigidez contradice la vitalidad del Zhong. Tampoco es una medida cuantificable, pues la vida emocional no admite cálculos exactos. La justa medida es más bien un sentido dinámico de proporción, una sensibilidad que surge de la claridad interior y se ajusta a las exigencias de la situación. Brota de la benevolencia de la naturaleza y responde a la oportunidad externa. No es una norma matemática, sino un sentimiento de armonía vital.

En definitiva, el Zhong no es un estado estático de «no manifestación», sino la claridad dinámica de la esencia; la He es la acción que brota de esa claridad. El Camino de la Armonía se funda en la verdad de la naturaleza, no en la crudeza del temperamento. No se trata de una catarsis del carácter, sino de la manifestación de la bondad universal, de la compasión que todos los seres poseen. Solo así, el Zhong y la He pueden entrelazarse inseparablemente: el primero como raíz, el segundo como fruto, ambos como respiración única de la vida.

喜怒哀乐未发之谓中,发而皆中节之谓和

「喜怒哀乐之未发,谓之中;发而皆中节,谓之和。」「中」和「和」是两个重要的概念。如何理解这两者的区别?「中」是心境的内在平衡,「和」是外在行为的适当表达,这两者又是如何相互关联、相互影响的?

「喜怒哀乐之未发,谓之中;发而皆中节,谓之和。」这句话出自子思所著的《中庸》,探讨了人类情绪的奥妙与意义,也揭示了人类认识真实自我的一条途径。所谓「喜怒哀乐未发」,并不是指呆头呆脑、反应迟钝或冷血无情,更不是要让心灵一片空白(dejar la mente en blanco);而「喜怒哀乐发而皆中节」也并非意味着任由脾气、个性一路宣泄。其实,喜怒哀乐乃人之常情,唯有草木石头、枯木死灰才没有喜怒哀乐。情绪如同人的手足四肢:它们的确属于我,但并不是我的全部。未发之前,看似无我,实则仍有一个灵明不昧的本性存在。因此,「中」指的是情绪尚未发动之前的虚灵本性,「和」则是情绪发而皆中节的方便妙用。

由此可知,喜怒哀乐并不是「敌人」,也不是必须强行压抑的东西。作为人类,我们不仅拥有灵明的本性,同时也拥有情绪的升起与消散。无论情绪未发或已发,子思都认为人应当体认自身存在着一个「未发」之前的「中」。一旦能觉悟到这个天生具备的「中」,便不需刻意压抑或铲除自然会出现的情绪,因为这些喜怒哀乐只是随着外在情境而生起的作用。如果有人以为「干脆不要有情绪才好」,往往会不断压抑自己,否定自己的感受,追求一种«枯木倚寒严、三冬无暖气»般的死寂。而对子思而言,这并不是真正的觉悟,反而断绝了生命的自然流动。

因此,情绪的流露不是阻碍,反而是人理解自身的一条线索。有时候,欲望甚至比理性更能透露一个人最真实的内在。若能进一步做到喜怒哀乐「发而皆中节」,那么情绪便不仅仅是本能的反应,而会成为德行与智慧的方便展现。

然而,「中节」本身却是一个难题。一般人理解的「中节」,大致是指情绪依然会生起,但表达时能保持一定的适切性,不至于过度,也不至于扭曲,能恰到好处,既真实又不至于冷漠或激烈,这并不是错误。然而,若没有经过内在的省察与辨析,没有体认到「未发之中」的真我,许多人往往会把个性脾气、性情偏执误认为真实的自己。这样的情绪表达,只是欲望驱动的冲动反应,称不上真正的「中节」。要达到「中节」,至少要先能觉察,能看清自己当下的情绪,而不是被情绪牵着走;然后回到「未发」时的安定与清明,才有分寸去判断情绪是否恰当,以及如何适度地表达。这既不是压抑,也不是放纵,而是一种内在善性与外在情境相契合的表达。

换句话说,「喜怒哀乐未发」是「体」;「发而皆中节」是「用」。有体有用,有理有事,这才是「本性之真」的流露,而不是「气禀之真」的任性发泄。唯有从清明的中心出发,情绪才能自然流露而不偏不倚,这才是真正的「发而皆中节」。二者如同硬币的一体两面,不可分离。

正如所谓「诚于中而形于外」:「中」是心灵的平衡状态,「和」是情绪与行为的恰当表达。若能守住内在的清明,外在的表达自然得宜;而恰当的表达,又能反过来巩固内在的平衡。二者互为因果,相生相成。

事实上,每个人都能感受到痛苦,也都具备同理他人的能力,这是一种跨文化、跨种族、跨宗教的基本面。差异只在于对「中节」的理解:具体怎样表达恰当的喜怒哀乐,往往受到社会、历史、文化、宗教和教育的塑造。

那么,什么是「中节」?它并不是单纯的标准或尺寸。因为标准常常是僵硬的,与「中」的活泼不偏不倚不符;它也不是尺寸,因为尺寸意味着「量化」,而人情世故的「中节」无法像数学那样精确计算。因此,「中节」不是外在的尺子,而是一种源于内心清明、随着情境需要而自然生发的「动态分寸」。它根植于内在的仁性,同时也回应外在的时宜。「中节」不是冷冰冰的数学标准,而是一种活泼的生命调和感。

由此可见,「中」不是一种静态的「未发」,而是一种动态的清明;「和」则是这种清明自性自然呈现的作用。「中和」之道,谈的是本性之真,而非气禀之真。它不是任凭脾气与毛病的任性发泄,而是那种「恻隐之心、人皆有之」的真实流露。唯有如此,喜怒哀乐未发与发而皆中节,才能真正合而为一,不可须臾离也。

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