子曰: «三人行,必有我师焉。择其善者而从之;其不善者而改之。»
«Cuando tres hombres caminan juntos, entre ellos siempre habrá alguien que pueda ser mi maestro. De sus virtudes he de aprender, y de sus defectos he de corregirme».
Esta máxima de Confucio, concisa y profundamente resonante, encapsula una filosofía perenne sobre el aprendizaje y las relaciones humanas. En estas breves palabras, el maestro traza tres coordenadas esenciales para la vida: qué aprender, cómo aprender y la actitud reflexiva que sostiene toda convivencia.
A primera vista, el postulado —a menudo traducido como «en un grupo de tres, uno siempre será mi maestro» (三人行必有我师)— podría despertar escepticismo en la mentalidad contemporánea, acostumbrada a definir el aprendizaje en términos de rigor académico, especialización científica o dominio técnico. En tales ámbitos, donde cada disciplina exige una acumulación metódica de saberes, la idea de que «cualquiera» pueda ser maestro parece desdibujar la autoridad del conocimiento.
Sin embargo, para comprender la hondura de la enseñanza confuciana, es preciso desplazar el enfoque. El verdadero propósito del aprendizaje, según Confucio, no reside primordialmente en la adquisición de competencias técnicas, sino en la formación del carácter y en la comprensión del sentido profundo de la vida. Así, el espectro del aprendizaje se amplía: para aprender sobre el sentido de la vdia, no se busca únicamente seguir a un gurú o a un gran erudito, sino de emprender una educación continua de la persona para la vida en sociedad y el cultivo de sí mismo.
Desde esta perspectiva, el mundo entero y cada una de nuestras interacciones se convierten en un aula permanente. Con una actitud de apertura y humildad bien arraigada, cada encuentro se transforma en oportunidad de observación y crecimiento. El «maestro» (shī) ya no se limita a quien domina las Seis Artes(六艺) o la erudición formal; su definición se expande para abarcar a todo aquel capaz de despertar en nosotros la conciencia moral y la capacidad de discernimiento.
De este modo, la persona de bien claramente puede ser nuestro maestro, pero también lo es quien actúa de manera reprobable. Esta visión resuena con la enseñanza atribuida a Lao Zi, el maestro de Confucio: «La persona de bien es el maestro de la persona que no lo es, y la persona que no lo es es el recurso de la persona de bien».
Esta visión dialéctica armoniza con otro aforismo fundamental de Confucio: «Aprender y practicar lo aprendido, ¿no es una alegría?» (学而时习之不亦乐乎). El aprendizaje puramente técnico o académico puede resultar a veces árido o fatigoso, mientras la tarea de convertirse en una mejor versión de uno mismo en cada instante de la vida constituye, sin duda, una fuente de profunda satisfacción. Desde este ángulo se revela con claridad la verdad de que «entre tres siempre hay un maestro».
Cabe aclarar que, esta apertura no implica en modo alguno un relativismo moral o indiferencia ante el bien y el mal. Al contrario, la enseñanza confuciana exhorta a un continuo ejercicio de discriminación ética. Frente a la persona virtuosa, la regla es «ver al sabio e intentar igualarlo». Frente a quien muestra un carácter defectuoso, la máxima es «ver al no sabio y reflexionar sobre uno mismo».
El filósofo Xun Zi (荀子) lo expresó con aguda precisión psicológica: «Al ver el bien, debemos afirmarnos con entusiasmo para poseerlo en nosotros; al ver el mal, debemos necesariamente examinarnos a nosotros mismos. Quien me critica y tiene razón, es mi maestro; quien me aprueba y tiene razón, es mi amigo; quien me adula, es mi enemigo».
En esencia, la pedagogía confuciana busca despertar en el individuo la conciencia moral y la capacidad de discernimiento. Promueve una humildad radical ante la existencia, sin sacrificar por ello la lucidez espiritual que impide ser arrastrado por las apariencias.
Ante la virtud, se nos invita a aprender de ella, a sostenerla con nuestra admiración y a acompañarla con nuestro ejemplo. Ante el vicio, la enseñanza es aún más profunda: nos impulsa a indagar en la raíz de ese mal, a examinarnos con sinceridad y a enmendarnos si descubrimos en nosotros el mismo defecto.
Esta concisa sentencia de Confucio nos ofrece, en definitiva, un mapa para una vida plena: la brújula del aprendizaje continuo, la actitud de humildad diligente que nos define como seres humanos y la salud psicológica que se manifiesta al responder de manera constructiva a las vicisitudes del bien y del mal. La sabiduría, nos enseña Confucio, no aguarda en la cima, sino que se revela en el camino que recorremos junto a los demás.
子曰:「三人行,必有我师焉。择其善者而从之;其不善者而改之。」
「当三人同行之时,其中必有能成为我师者。于其善行,我应当效法;于其不善,我当以之自省。」
这句孔子简洁而深沉的格言,蕴含了一种恒久不衰的人生哲理,关于学习以及人际关系的智慧。在这寥寥数语之中,圣人勾勒出人生的三条基本坐标:学什么、如何学、以及支撑一切人际交往的反思态度。
现代的误解
乍看之下,这一命题(「三人行必有我师」)或许会在当代思维中引发怀疑。现代人往往习惯于将学习理解为学术严谨、科学专精或技术掌握的过程。在这些领域中,每一门学科都需要严密的积累,因而「任何人都能成为我的老师」的说法,似乎会模糊知识权威的边界。
孔子眼中的学习
然而,若要理解孔子教诲的深度,就必须转换视角。
在孔子看来,学习的真正目的,并不在于单纯掌握技艺,而在于品格的养成与生命意义的领悟。
因此,学习的范围被极大拓宽:所谓「学习」,不仅仅是追随一位大师或学术权威,而是持续不断的自我教育,涵盖人生修养与社会生活的各个层面。
世界即是课堂
从这个角度来看,整个世界以及我们的每一次互动,皆可成为一间随时开启的学堂。
只要怀抱着谦逊与开放的态度,每一次相遇都能化为观察与成长的契机。
「师」(shī)这个概念,也不再仅限于精通「六艺」或拥有专业学问的人;它被拓展为凡能唤醒我们良知与分辨力者,皆可为师。
因此,品德高尚之人自然可以成为我们的老师;然而,那些行为可议之人,同样也能成为我们的老师。
哲理的呼应
这一见解,与孔子之师老子所言不谋而合:
「善人者,不善人之师;不善人者,善人之资。」
它同时也与孔子另一句名言互相辉映:
「学而时习之,不亦说乎?」
纯粹的技术性或学术性学习,有时难免枯燥乏味;但若能在生命的每一瞬间,努力成为更好的自己,那必然是一种深刻而喜悦的体验。从这个角度来说,「三人行必有我师」的真理便昭然若揭。
并非道德相对
需要澄清的是,这种开放态度绝不意味着道德上的相对主义或善恶不分。恰恰相反,孔子的教导强调持续的伦理分辨。
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面对品德高尚之人,准则是:「见贤思齐焉」。
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面对品格不良之人,则应:「见不贤而内自省也」。
战国时期的荀子,更以精确的心理洞察将此加以阐述:
「见善,修然必以自存也;见不善,愀然必以自省也。非我而当者,吾师也;是我而当者,吾友也;谄谀我者,吾贼也。」
一种人生的方法
孔子教育的核心,在于唤醒人的良知与思辨能力。
他所倡导的,是一种对人生怀抱谦卑之心的态度,同时保有一份清明的灵性,不为表象所迷惑。
面对善行,我们应当钦敬并追随;
面对恶行,我们更应深思其根源,并诚恳地反省自己,若在自身亦发现同样的缺失,则必须努力改正。
结语
孔子这简短的一句话,实则为人生勾勒出一幅完整的地图:
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不断学习的指引;
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谦逊勤勉的态度;
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健康清明的心理,以建设性的方式回应善与恶。
孔子告诉我们:智慧并非静待于高峰之上,而是在我们与他人同行的道路上,点点滴滴地显现出来。









